La televisión nos ha enseñado desde pequeños que una prueba de ADN es clave a la hora de resolver un crimen. ¡Ya lo vimos en CSI! ¿Hay algún caso que no se haya resuelto gracias al hallazgo de una muestra de ADN en el lugar del crimen?
Sin embargo, en la vida real esto no es tan blanco y negro: se puede encontrar ADN de una persona en un lugar en el que nunca estuvo, se podría haber utilizado alguno de los métodos para eliminar el ADN o, incluso, podríamos encontrar ADN “contaminado”.
Nuestro ADN, descontrolado por el mundo
La realidad es que, con cada paso que damos, vamos dejando material identificativo en aquellos lugares a los que vamos. Esto, en principio, no debería ser un problema. Lo normal es que nunca llegues a ser consciente de ello o – en el caso de que lo seas – no tenga ninguna repercusión en tu vida.
Pero toda regla tiene una excepción: nuestro ADN puede viajar con el simple contacto con otras personas a lugares de lo más inoportunos.
Como ya habremos visto en cualquier serie de televisión, es posible realizar una prueba de ADN con tan sólo unas pocas células de la persona. Esto se conoce como “ADN Touch” y se obtiene por las células que se “desprenden” cuando tocamos otros objetos.
Por ejemplo, si acudes a un bar y te sientas en una mesa, tus células se podrían extraer de la misma por haber estado en contacto con ella.
Sin embargo, podría haber llegado a dicha mesa sin necesidad de haber acudido a dicho establecimiento.
Por ejemplo, si en la puerta del mismo nos hemos encontrado a un conocido y le hemos dado la mano. Con ese gesto, podríamos haber transferido parte de nuestro ADN, que viajará con nuestro conocido allá donde vaya.
La problemática de la transferencia secundaria de ADN
Este “traspaso” de ADN a otra persona por haber estado en contacto es lo que se conoce como “transferencia secundaria de ADN” y un estudio de la Universidad de Indianápolis (EEUU) ha demostrado que es mucho más frecuente de lo que se creía.
¿Y dónde está el problema de esto? La problemática la encontramos – sobre todo – a la hora de resolver un crimen (o en cualquier procedimiento judicial relacionado con el análisis de ADN), pudiendo llegar a incriminar a inocentes.
El estudio comenzó cuando una de las integrantes pudo comprobar en su laboratorio que – durante los controles rutinarios de contaminación – encontraron perfiles de ADN de hombres y mujeres que nunca habían acudido al laboratorio.
Iniciaron el estudio de esta transferencia secundaria con un experimento: pidiendo a voluntarios que se dieran la mano durante dos minutos. Tras ello, tendrían que coger un cuchillo y las muestras de ADN se cogerían de dichos cuchillos.
Los resultados revelaron que en el 85% de los casos, se encontró ADN de la persona que no tocó el cuchillo, en cantidades suficientes como para elaborar un perfil. Es más, en el 20% de los casos, la persona que no tocó el cuchillo fue la que se identificó como el único portador del objeto.
Casos reales: el sospechoso no estuvo en la escena del crimen
Un ejemplo de transferencia secundaria de ADN fue un caso que sucedió en California en el año 2013, donde un hombre fue acusado por un asesinato que no cometió.
Una prueba de ADN indicaba que el sospechoso había estado en la escena del crimen, cuando – como después de demostró – nunca había estado en aquel lugar.
Tras meses de investigaciones, se concluyó que el ADN del acusado había llegado a la víctima por transferencia secundaria, probablemente a través de médicos que habían estado en contacto con la víctima y acusado en momentos diferentes.
Métodos para eliminar ADN de las superficies
La pregunta que nos vendrá ahora es: entonces, ¿podemos hacer algo para protegernos? La respuesta es sí, existen métodos con los que borrar nuestro rastro y mantener nuestra privacidad a salvo.
Cabe añadir que en el caso anterior vemos una situación extrema. Y que, lo más probable es que la fuerza policial que investigaba el caso tuviera el registro del ADN de la persona falsamente acusada por haber tenido antecedentes.
Para un civil común, lo normal es que no nos ocurra este “cruce de datos” y que nuestro ADN no esté registrado en ningún lugar público o policial donde poderse consultar.
Si aún así queremos pecar de prudentes, os resumimos los métodos para eliminar ADN más frecuentes.
Rayos ultravioleta
Lo más efectivo borrando el ADN de superficies es hacerse con una lámpara de rayos UV y dejarla actuar durante 20 minutos.
Sin embargo, esto tiene sus contras: este tipo de lámparas no son baratas, suelen ocupar bastante espacio, tienes que salir de la habitación durante su uso y sólo “limpiará” aquellas zonas donde dé la luz.
Este método se suele utilizar en laboratorios para evitar que se puedan contaminar las muestras antes de analizarlas.
Cloruro de benzalconio
Esta es otra sustancia que, por norma general, no encontrarás en cualquier parte. Se utiliza en laboratorios por sus propiedades sanitizantes y desinfectante.
Soluciones caseras
Como alternativa, en el caso de buscar soluciones más de “andar por casa”, lo mejor es utilizar lejía y dejar actuar durante 10 minutos, o utilizar etanol al 70%, dejándolo actuar.
Probablemente llegue un momento en que los productos para proteger nuestra privacidad en este sentido puedan venderse junto al alcohol desinfectante de manos. Ya empiezan a aparecer en el mercado los primeros espray limpiadores de ADN.
Texto revisado por la Doctora Pilar Arca Miguélez, Responsable Científica de Ampligen